. KONTUKE

Izartu eta leihoa zabaldu dut ohiko legez. Aire berria behar izaten baitugu esnatzean, egun berrian bizirik sentitzeko, oxigenatzeko, eta bart isuritako malkoak sikatzeko. Finean aire ufada berri batek giroa indar berri dezan zabaldu dut leihoa. Gosaltzera joan naiz bitartean, eta nahigabean harrapatu nauzu berriz ere. Goizean goiz agertu zara, egunero legez. Eta azken aldian bezala, zurekin gelditu naiz, bakarrizketan. Kanpoan haize ufada bortitzak, euri zaparraden zarata; eta barnean, soilik zu, ni, eta nire kafea, bakarrizketan. Guztia esan nahian eta ezinean, zure muxuen zaporea ene kikaran. 

Bitartean, gelako leihotik sartu zait negua, hotza, arrotza, bustia, euria. Hondatu dizkit ohea eta lurra. Gogorarazi dit mundua zugandik haratago doala. Halako batean enbatak har nazakeela. Baina nik, zu zaitut maite. Hondamendia garbitu, eta ohean bota naiz berriz: zu maitatzera. Leihoa ondo itxita, ustekabean harrapa ez gaitzaten berriz, gure bakarrizketan.

En los segundos se va el tiempo, en la respiración y en los latidos. Una eternidad en cada suspiro. Suspiramos cansados, aburridos, agobiados, plenos o realizados. La etiqueta del tiempo en tensión.

Cuando sentimos el miedo y el agotamiento, se nos acaba el combustible y pedimos la hora. Que corra el tiempo, que nosotros no podemos más. Que corran los segundos que no soy capaz de respirar, los latidos se me van. Quieres un pitido final, la hora. Volver a respirar, a latir.

¡Qué maravilla cuando éramos pequeños! Cuando nos agotábamos, nos ganaban, o simplemente nos superaba el juego pedíamos tiempo con las manos en T, y todo el mundo nos entendía. Se paraba el juego por nosotros, por darnos un respiro, un segundo, un latido.

Hoy el tiempo sigue su camino por mucho que no nos guste el juego, no se detiene por ti, no se detiene por mí. Quienes se paran somos nosotros, sin respiración, sin latidos, contando cada segundo, cada hora, cada día que pasa. Como quien se retira esperando que los demás terminen la partida.

Pedimos cinco minutos más cada mañana, cinco minutos de evasión. Cinco minutos de esos que al despertar se convierten en horas mientras seguimos parados. Las cinco horas que nos costó ayer dormirnos. Es que el tiempo avanza más deprisa cuando dormimos, solo porque respiramos, porque sentimos los latidos.

Pedimos tiempo, siempre tiempo, más o menos tiempo, que pare o que corra, segundos o semanas; pero pedimos tiempo. Porque es lo único constante, lo que sigue su curso mientras esperamos quietos. Y cuando decidimos movernos, dar un paso, avanzar con él, nos hacemos fuertes. Recuperamos la vida, la respiración, los latidos y los segundos perdidos.

El tiempo no marca las épocas, pero las épocas están marcadas por un tiempo.

Kantuke